Benjamín y Lázaro el experto buscador de perlas.

Benjamín era un niño muy avispado que vivía en un pueblo pescador con sus padres y una hermana muy simpática que se llamaba Adriana. En este pueblo, todos los habitantes se dedicaban a buscar perlas.

Por la mañana temprano, los buscadores de perlas se lanzaban al mar para encontrar una de esas conchas que guardan una perla dentro. Buceaban hasta lo más hondo, abrían una concha detrás de otra y cuando ya habían encontrado cuatro o cinco perlas al día, se iban al mercado a venderlas.

Benjamín estaba deseando aprender a buscar perlas como sus primos, quienes ya habían alcanzado la edad para poder cogerlas. Todos los niños pueden zambullirse a buscarlas a partir de los 13 años, ni un día antes. La gente del pueblo estaba convencida de que un niño más pequeño de esa edad podría ahogarse con las corrientes del mar y por eso no le dejaban zambullirse al pequeño Benjamín. Pero él esperó ilusionado a cumplir sus trece años para poder irse con su padre a bucear el fondo del mar.

El día de su cumpleaños no esperó a soplar las velas de su tarta porque quería bucear cuanto antes. Así que ese día hizo su primera inmersión con su padre como regalo de cumpleaños. Benjamín bajaba al mar, buscaba en el fondo y cuando se quedaba sin aire volvía a subir. Bajaba, exploraba y volvía a subir. Vio animales y plantas sorprendentes que nunca antes había visto. Todo era tan bonito debajo del mar que estaba sorprendido pese a que sus primos siempre le habían contado cómo era y es que no se parecía ni por asomo a las pocas descripciones que les habían dado sus primos. Había que estar allí para ver lo hermoso que era el mar.

-Ahora con más razón  debe mantenerse limpio el mar sólo por lo bonito que es por dentro -pensó Benjamín-.

Le encantó el mar por dentro... pero no encontró ni una sola perla, así que volvió a casa para comerse su tarta de cumpleaños.

Durante la semana siguiente, Benjamín se la pasó buscando perlas y seguía sin encontrar ninguna y no entendía por qué. Todo el mundo le decía que tenía que encontrar una perla pronto o si no, nunca encontraría ninguna. Entonces Benjamín se desesperaba cada día más. Por más que buscaba y buscaba sólo encontraba conchas vacías. La gente dejó de creer que Benjamín encontrara algún día una perla y todo el mundo empezó a consolarle.

-No te preocupes, chiquillo, es que tú eres de los que no encuentran perlas. Pero no pasa nada, puedes irte a pescar sardinas.

El pobre niño se ponía muy triste cuando la gente le decía que él nunca cogería perlas. Cuanto más triste estaba, con menos ahínco buscaba y por eso no encontraba ninguna perla.

Hasta que un día se enteró de que un experto buscador llamado Lázaro, había encontrado una perla del tamaño de una canica. Era famoso en el pueblo por tan grande hazaña. Así que Benjamín fue a buscarlo a la taberna donde los buscadores de perlas lo celebran cuando encuentran una perla grande. Él era muy pequeño para entrar todavía y no querían dejarle entrar así que Benjamín se puso a gritar como un loco desde la puerta:

-¡Lázaro, Lázaro!
Lázaro salió de la Taberna y miró a Benjamín.
-¿Qué quieres, pequeño?
-Quiero que me enseñes a buscar perlas.
-¿De veras quieres que te enseñe a buscar perlas? ¿Tan importante es para ti?
-¡Sí! ¡Sí que lo es!
-Está bien, ven mañana temprano, te espero en aquella roca y mañana te enseñaré a encontrar perlas.

Benjamín estaba tan contento que le dio un abrazo a Lázaro.

-¡Gracias, Lázaro!

Al día siguiente, cuando se encontraron Lázaro, el experto buscador de perlas y Benjamín, los dos se prepararon para bucear.

-Sumérgete que yo te vea -le dice Lázaro a Benjamín.

El pequeño buscador se hundió en el mar y estuvo un buen rato mirando. Cuando se le acabó el aire, salió a la superficie.

-Otra vez, -le dijo Lázaro.

Benjamín volvió a zambullirse y salió sin nada.

-Otra vez -volvió a repetirle Lázaro.

Benjamín lo intentó otra vez y nada.  Lázaro le pidió que lo hiciera otra vez... pero cuando Benjamín se cansó le dijo a Lázaro:

- No me estás enseñando nada, no me has dado ningún truco, no me explicas cómo lo haces tú. No estoy aprendiendo nada -le dijo un poco enfadado.

-Es que no hay nada que aprender -Respondió Lázaro.-El verdadero truco para encontrar perlas es seguir buscando, es no abandonar. Si no abandonas... encontrarás una perla. Hay mucha gente que te dirá que eres de los que no encuentran perlas, que no lo vas a conseguir, que estás destinado a fracasar.. pero si aprendes a no hacer caso y seguir buscando, encontrarás tu perla.

Entonces Benjamín le dio un abrazo muy fuerte a Lázaro por lo que le había enseñado y se tiró al mar, esta vez convencido de que encontraría su perla y siguió buscando y siguió buscando hasta que a lo lejos vio un reflejo en el mar. Entonces nadó hasta allí muy cansado pero a la vez muy entusiasmado. Se zambulló y ¿a que no sabéis lo que encontró?

¡Una perla enorme y preciosa! Era tan bonita, que incluso le dejaron entrar en la Taberna para celebrarlo. Después de esa perla, Benjamín encontró muchas más y nadie volvió a decirle que era de los que no encuentran perlas





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